Los caminantes apresuraban su paso para ascender o descender, pues temían a la noche y con ella los asaltos, el frío excesivo y sobre todo el " guagua negro ", el cual aparecía intempestivamente sobre cualquier roca, con un poncho pequeñito, unos calzones sumamente grandes, alpargatas y en su diestra un "perrero " o fuete de arriero, con el cual espantaba a los viajeros, pero no a todos, sino a quienes demostraban mala conducta o mal corazón. Sin embargo, el susto era mayúsculo y todos invocaban a la Virgen de las Lajas al llegar a tan singular paraje.